La casual historia del vino


Es curioso, pero la verdad es que todos (o casi todos) los descubrimientos de la humanidad han sido fruto de casualidades más o menos fortuitas que en algunos casos hicieron las delicias de sus descubridores y en otros casos las desgracias.

De hecho, esta regla también se aplica al mundo del vino y no nos resulta difícil imaginar que el primer humano que probó el vino, seguramente, lo hizo porque le fermentó el mosto sin quererlo en el recipiente donde guardaba la uva (y tal vez por extrema necesidad). Sin duda alguna, esta fue la primera vez que el ser humano bebió vino y posiblemente, desconocedor de los efectos del alcohol, se dio el primer paso hacia el descubrimiento de la resaca.

Imaginémosnos también la cara de incredulidad que debió de poner el primer bodeguero en cuya bodega empezaron a estallar las botellas debido al gas a presión procedente de una segunda fermentación del mosto que se realizó en el interior de las botellas (que no se esperaba y que las condiciones climáticas y organolépticas de ese año permitieron)... Lo que seguramente empezó como una desgracia y la pérdida de una cosecha entera, continuo su evolución conociendo esos vinos como "Salta tapones" o "Vino del Diablo" y que ha llegado a nuestros días como una de las bebidas más famosas del mundo: El Champagne (y muchas otras como El Cava y otros vinos espumosos del mundo).

Cara de sorpresa se le debió de quedar a un terrateniente alemán cuando, por una cadena de infortunios, se retraso la vendimia de una finca, de la variedad de uva Riesling, y apareció la Botrytis (Un temido hongo que ataca a la uva). Creyendo que las uvas, pasificadas por la enfermedad, no valían nada se las entregó a los campesinos quienes las utilizaron para elaborar un vino que resultó delicioso... años después las variantes de este descubrimiento son los vinos de vendimia tardía, los Icewine, los Sauternes, los Tokaj, etc... que figuran entre los vinos dulces más caros y deliciosos del mundo.

No es difícil imaginar que la primera vez que un vino se guardó en una barrica de roble no fuese con la intención de darle una crianza, sino que seguramente, se hizo con la intención de transportarlo o de guardarlo... (En cada época se trabaja con la tecnología que se tiene: Tinajas de barro eran utilizadas muy anteriormente a los romanos, como olvidarnos de los pellejos elaborados con cuero, como nuestras ancestrales botas de vino elaboradas mayoritariamente con piel de cabra). Así pues, en su justo momento se utilizaron barricas de roble. Sorpresa del primer bodeguero que guardó el vino en toneles de roble o lo fermentaba en tinos de madera al ver como mes a mes su vino mejoraba en vez de estropearse o del mercader que tras una larga travesía descubría que el producto con el que comerciaba había evolucionado transformándose en algo completamente distinto.

El fruto de las casualidades (y porqué no decirlo: de las necesidades de cada época) nos ha hecho llegar hasta nuestros días el vino tal y como lo conocemos. Y es por eso por lo que entendemos como tradicional algo que en su día fue conocido como nuevo y seguramente mal visto por parte de los consumidores... no debemos de estancarnos en el pasado y debemos aprovecharnos de los medios de los que hoy disponemos y que seguramente dentro de muchos años, serán los métodos tradicionales mientras que hoy desconfiamos de ellos.

Sin lugar a dudas, no debemos perder nuestra capacidad para sorprendernos, lo que debemos perder es el miedo a los nuevos descubrimientos, métodos e incluso, en ocasiones, a romper con el pasado.

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